jueves, 3 de enero de 2008


En su juventud, José Smith ocupaba su tiempo ayudando en los oficios de la casa, oficios necesarios para mantener constante el orden, la limpieza, y el alimento en la meza. Lucy, su madre, relata que el joven José se inclinaba a la meditación y que a menudo pensaba en el bienestar de su alma. La preocupación mas grande del joven era averiguar cual de todas las iglesias era la correcta, tal como lo expresó con sus propias palabras: “Durante estos días de tanta agitación, invadieron mi mente una seria reflexión y gran inquietud; pero no obstante la intensidad de mis sentimientos, que a menudo eran punzantes, me conservé apartado de todos estos grupos, aunque concurría a sus respectivas reuniones cada vez que la ocasión me lo permitía. Con el transcurso del tiempo llegué a inclinarme un tanto a la secta metodista, y sentí cierto deseo de unirme a ella, pero eran tan grandes la confusión y la contención entre las diferentes denominaciones, que era imposible que una persona tan joven como yo, y sin ninguna experiencia en cuanto a los hombres y las cosas, llegase a una determinación precisa sobre quién tenía razón y quién no… “Agobiado bajo el peso de las graves dificultades que provocaban las contiendas de estos grupos religiosos, un día estaba leyendo la Epístola de Santiago, primer capítulo y quinto versículo, que dice:
Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada.“

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